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Hagamos un poquito de historia...

La Colonia “Sonrisa de Elefante” es un proyecto solidario, hermoso e inmenso que recibe, durante los primeros diez días de febrero, a más de 220 nenes y nenas de entre 5 y 11 años que esperan todo el año para reencontrarse con sus profes. Ellos son  alumnos y egresados de dos colegios mercedarios: el Instituto San Pedro Nolasco, ubicado en el barrio de Caballito en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y el Instituto Padre Márquez ubicado en el barrio de Ranelagh en el partido de Berazategui.
Por supuesto que, como todos los grandes sueños, Sonrisa empezó por un pequeño paso, una primera idea, un gesto chiquito que se contagió entre un grupo de alumnos y las autoridades de los colegios y que año a año fue creciendo y tomando más fuerza. La primera semilla de Sonrisa fue plantada en un grupo de jóvenes del Instituto San Pedro Nolasco ya hace 30 años, en febrero del año 1994, cuando fueron invitados a participar de una colonia de vacaciones organizada por el colegio Santa Cruz en una capilla de Carupá, Tigre. Ellos sintieron ese verano que su vida había cambiado radicalmente, que habían sido invitados por la Trinidad Redentora a compartir el mensaje liberador de Nolasco y comenzaron a soñar juntos con un proyecto propio donde poder vivir y transmitir tanto amor. Así fue como, en febrero de 1995, se llevó a cabo la primera versión de Sonrisa de Elefante realizada en conjunto entre alumnos de los colegios de ambos colegios.

A partir de ese día, y con el acompañamiento y el apoyo incondicional de las autoridades de los colegios y de la Orden de la Merced, Sonrisa no hizo más que crecer, superando todas las expectativas de los jóvenes que inicialmente la soñaron, manteniendo año a año el mismo contacto entre alumnos, egresados y los nenes y nenas del barrio de Ranelagh. Hoy en día la Colonia cuenta con más de cien profes que se preparan todo el año en diferentes espacios y actividades para poder compartir en febrero con los nenes y nenas los juegos más divertidos y las actividades más creativas, aprendiendo unos de los otros y transmitiendo los valores que Jesús nos enseñó y San Pedro Nolasco asumió como propios.

Seguramente muchos de los que estén leyendo estas palabras hayan sido profes de Sonrisa en algún momento. No importa si lo fueron un día, una colonia entera o durante diez años, seguramente dejaron una gran huella en el corazón de algún nene o nena que hoy los recuerda.
Ese es el milagro de Sonrisa.

Esperamos que esta historia se siga escribiendo por mucho tiempo más y transformando la vida de nenes y profes, como lo hace ya hace ¡30 años!

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